24. Sí, 12 más 12

Miguel Lázaro

Presidente de Simebal-CESM

 

Han acertado: 24 son las horas de un día. Y también 24 es el precio de la hora de guardia de un médico especialista en la sanidad pública balear, con la excepción de que los festivos y sábados sube dos euritos más y al doble los cuatro días “especiales “de Navidad.  El escarnio, el agravio y mobbing todavía es mayor en comunidades que pagan menos, y una, Andalucía, que paga 17 euros. Sí, increíble pero cierto. Las guardias que están afrontando nuestros profesionales son tan duras, exigentes y estresantes que, como se suele decir, el día de guardia tiene 25 horas. Así los 365 días del año. 10 años con la misma retribución. Pero ellos siguen dando el callo y cuidando con calidad y calidez a los pacientes.

Y no hablemos de los médicos residentes, que cobran la mitad y que trabajan en plan estajanovista, con contratos subsaharianos. Permítanme ejercer la quejorrea cuando comparamos esta retribución desde hace una década con las que perciben muchos profesionales de otras actividades cuya responsabilidad es mucho más minúscula. Un mecánico, fontanero, etc…, alrededor de 40 a 50. Y un filólogo balear que da clases de catalán unos 70. Es demasiado tentador no señalizar al agravio que hay entre el precio de una hora de guardias médicas y el de la hora de asistencia a las diversas comisiones (no me refiero al 3 % de la delirante Tabarnia) o las dietas de los ciudadanos que a la sazón habitan en el espectro político.

O cuando comparamos el precio de la hora de la jefatura de guardia con los emolumentos de los presidentes, secretarios etc. de las prescindibles, muchas veces, actividades parlamentarias.

Ahora bien, tengo que ser justo y reconocer que tanto médicos como políticos compartimos el compromiso, dedicación, exigencia, estrés, desgaste, responsabilidad, precariedad y sobrecarga en nuestros respectivos trabajos. El hachazo serotoninérgico e hipercortisólico cerebral y el impacto en el hipocampo, derivados de los estresores laborales acumulativos, son una evidencia tanto en el ámbito político como en el de las guardias médicas, según un estudio de la Tabarnia University.

No comparto la quejorrea de muchos de mis colegas que hacen guardias, pues algo que ellos viven todos los días y los políticos no, es un escenario caótico, dantesco, de hacinamiento de personas mayores, con un solo baño para todos, donde se respira una atmosfera de indignidad y de falta de intimidad, donde la falta de camas y de personal suficiente se traduce en enfermos apiñados en sillones en condiciones miserables y horas de espera para recibir una analítica o diagnóstico. Eso sí que enriquece la biografía, eso sí que son experiencias que impresionan para siempre las retinas médicas… Son afortunados, solo que ellos no lo saben. Su escenario laboral es mucho más estimulante, fértil y dinámico que el de los políticos.

Pero visualicemos el atrezzo de ambos teatros. Hay un gran contraste con la comodidad de los sillones individuales mullidos, de la hipertrofia de asesores y ayudantes y de la suntuosidad cromática de las salas donde se realizan grandes y socráticas deliberaciones, donde se deciden (muy a nuestro pesar) cuestiones y se toman decisiones muy importantes para nosotros los ciudadanos.  Y no hablemos de los relucientes y bien perfumados baños en plural. Camillas ni una. Y por supuesto no comparemos el estrés y la carga alostática de las extenuantes y mitómanas sesiones parlamentarias, cuando no hay vacaciones, con la actividad asistencial.

Bien, hablemos de las urgencias que padecen el síndrome generalizado del hacinamiento asistencial, mal llamado saturación. Es relevante recordar que, aparte del binomio gripe e invierno -sempiternos chivos expiatorios-, desde 2010 se han perdido más de 10.000 puestos médicos y el porcentaje de PIB dedicado a sanidad es inferior al 6 %. Y este recortazo no es producido por ningún prión conocido.

Los médicos han cumplido, cumplen y cumplirán. Ha llegado la hora de que la administración se ponga las pilas y cumpla. El colectivo médico ha estado a las duras y a las maduras, pero nuestra resiliencia se está agotando. Exigimos una adecuación del precio de las horas de guardia tanto de facultativos como de mires, así como de la jefatura de guardia. Ahora toca, tras diez años de congelación, la adecuación inmediata.

De 30 para arriba. Esa es la cifra.

Y recuerden. Aun, aquí y ahora que estamos en derrota transitoria pero nunca en doma.

 

 

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