«La necesaria reforma del Código Penal»

María José Campillo

Secretaria de Finanzas y Servicios de CESM

Día Europeo contra las Agresiones a Médicos y Profesionales Sanitarios

María José Campillo
La opinión de María José Campillo.

Las agresiones a sanitarios se han convertido en parte del paisaje habitual de la sanidad. Es muy, muy difícil encontrar a un sanitario que no las haya padecido en alguna ocasión, y el espectro que abarcan es muy amplio: insultos, amenazas, violencia física y hasta el asesinato, como ocurrió en el caso de la dra. María Eugenia Moreno.

Si buscamos las causas, veremos que son muchas diferentes y que su origen es multifactorial, al igual que lo son las soluciones.

Una de las soluciones que llevamos años demandando es la reforma del Código Penal. Hoy en día agredir a un sanitario sale muy barato, las indemnizaciones no suelen ser gran cosa, y la mayoría de condenas son de menos de 1 año, así que es difícil que entren en prisión, salvo los delincuentes habituales que acumulan decenas de causas. Es curioso que las condenas por agredir a un político sean mayores que las de agredir a un sanitario, ya que el Código Penal así lo indica.

Ahora veámoslo como lo vive el sanitario, el esta haciendo su trabajo cuando un paciente se pone agresivo y le pega un puñetazo o varios, por ejemplo. Alrededor solo hay más sanitarios, nada más, y él no puede devolver los golpes, porque es un empleado público y solo puede intentar inmovilizarlo, con lo difícil que es, en el caso de una persona que está fuera de sí. Cuando al fin consigue inmovilizarlo, o si no lo ha hecho, llega la policía y se lo lleva, o lo inmoviliza antes si no lo han conseguido antes los sanitarios. Y esto solo en los casos mas graves , ya que en otros casos el paciente no es detenido siquiera. Como decíamos, la policía se lo lleva, y el sanitario sabe que en menos de 24 horas estará en la calle, salvo los casos muy muy graves. Antes de irse, el agresor lo amenaza, le dice que lo matará, o que le hará algo a su familia, y el sanitario es consciente de que el paciente conoce su lugar de trabajo, y puede un día esperarlo a la salida del mismo, y propinarle una agresión aún mayor o cumplir su amenaza de matarlo. Y el sanitario a la tensión del momento vivido añade el miedo, miedo que se instala en su corazón y no sale fácilmente de él. Es consciente de que trabajar en sanidad le puede costar la vida a manos del agresor que se ha llevado la policía o cualquier otro. Se debate entre denunciar o no hacerlo, y ¿si al denunciarlo el agresor le toma inquina?, ¿y si la denuncia hace que el otro cumpla su promesa de matarlo?, ¿y si …?. Los daños psicológicos son quizás los más difícil de combatir y de cuantificar; muchas víctimas de agresión a sanitarios se sienten incapaces de volver al centro sanitario donde han sufrido la agresión, otros precisan bajas laborales largas, además de tratamiento psiquiátrico y psicológico, y algunos no se terminan de recuperar nunca o tardan años en hacerlo, ya que la situación que han vivido los ha traumatizado. Los gerentes pueden denunciar los hechos, sin necesidad de que el trabajador lo haga, pero en la mayoría de las ocasiones no lo hacen y esperan que sea el trabajador el que tome la iniciativa, obligando a que reviva los hechos una y otra vez de esta forma.

El apoyo que recibe el trabajador agredido es nulo: tiene que rellenar un frío formulario telemáticamente y cuando contactan con él buscan las causas que han podido ocasionar la agresión, como si la víctima fuera la culpable. En la mayoría de servicios de salud, incluso hay cursos del manejo de pacientes conflictivos, es decir, si se produce la agresión, es que el trabajador no ha hecho lo que tenía que hacer. Tampoco se le ofrece apoyo psicológico, ni nada similar. Es por todo ello que muchas veces la víctima suele acudir a su colegio profesional o su sindicato profesional para recibir apoyo y asesoramiento jurídico o incluso la representación en el juicio.

Cuando finalmente el trabajador decide denunciar y busca testigos que apoyen su declaración, nos volvemos a encontrar con el miedo; el miedo a despertar el odio del agresor, el miedo a sufrir algún tipo de daños, él o su familia, el miedo a que lo esperen a la salida del trabajo, o mientras está en él. Todo esto hace que el miedo deje muchas veces a la víctima sin testigos, nadie vio, ni escuchó nada, o al menos no quieren testificar, pocos son los que lo hacen. Así que se añade una dificultad mas para la víctima, a la que muchos amigos aconsejan olvidar lo ocurrido en vez proseguir con la denuncia, ‘para evitar males mayores’, le dicen.

Por todo esto, el número de denuncias que hacen los sanitarios a sus agresores solo son la punta del iceberg, y la realidad de cuántas agresiones se producen en un año no la conoce nadie. Las fuerzas y cuerpos de seguridad solo acuden a los casos más graves, que suelen ser los únicos que ellos registran. Los servicios de salud suelen contabilizar algunos más, todos los de aquellos que denuncian, que no son todos los casos, y los colegios profesionales solo tienen constancia de aquellos que deciden usar sus servicios jurídicos, datos que complementan con los de las fuerzas y cuerpos de seguridad y los del servicio de salud. Lo cierto es que, siendo siquiera una pequeña parte de las agresiones las que se denuncian, cada año crecen más y más, sin que hasta ahora se haya conseguido frenar la curva ascendente.

Cuando al fin el caso es juzgado, la decepción y frustración de la víctima suele ser total. Es decir, que tras acudir -en muchas ocasiones con miedo a las consecuencias- al juzgado, esperando que el daño sea reparado de alguna manera, se encuentra con condenas que no son para nada disuasorias. Indemnizaciones pequeñas que no impedirán que el agresor reitere los hechos en un futuro próximo, y condenas de menos de un año de prisión en la mayoría de ocasiones. En algunos casos se condena a que no puedan estar a menos de 200 metros de la víctima, en poblaciones con un solo centro sanitario, que está obligado a prestar atención urgente sea quien sea el paciente, lógicamente.

Tenemos, por tanto, un largo camino que recorrer en el tema de las agresiones a sanitarios, pero como paso previo y fundamental está la reforma del Código Penal, con endurecimiento de las penas a los agresores.

Desde la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM), seguiremos presionando para que las cosas cambien y las reclamadas reformas se produzcan, pero también acompañando, consolando y asesorando a las víctimas de esta lacra que son las agresiones a sanitarios.

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