“La acreditación de la formación continuada: una evolución necesaria”

Miguel Ángel García Pérez

Secretario CESM de Estudios Profesionales

 

Ya hace varios años que los sindicatos confederados en CESM unimos parte del servicio formativo que prestamos a nuestros afiliados en la plataforma CAMPUSCESM. Junto al esfuerzo que dedicamos a la preparación de oposiciones, que vamos a tratar de coordinar en mayor medida, ofrecemos también cursos del ámbito clínico (o más amplio profesional), debidamente acreditados, en formato virtual y adaptados en lo posible a las características peculiares del aprendizaje de adultos, que difieren de forma importante de las que imperan en la educación convencional de nuestros niños y jóvenes. Conscientes de la gran oferta formativa existente, y sin abandonar la formación específica, tratamos de ofrecer en muchos de nuestros cursos una visión generalista que amplíe su alcance y utilidad y contribuya a la coordinación de la atención entre diferentes especialidades.

Sin duda que se trata de un intento compartido, o incluso mejorado, en todo o en parte, por muchas de las entidades que brindan formación a nuestros profesionales. Seguro que también con ellas hemos compartido dificultades y limitaciones del proceso de acreditación. Presentar algunas de ellas es uno de los objetivos de este artículo, así como poner en evidencia la necesidad de que dicho proceso evolucione y sea capaz de reconocer, con la misma calidad pero con mucha mayor flexibilidad, el esfuerzo formativo que hacen nuestros compañeros, precisamente en un momento en el que, cada vez más, se está hablando de procedimientos de evaluación y recertificación profesional. Y todo ello en consonancia con las orientaciones más actuales de la educación de adultos y de la formación médica continuada.

La dificultad más evidente, en este momento, es la larga demora con que se resuelven los procesos de acreditación en algunos ámbitos geográficos. Si bien el proceso de acreditación exige, como requisito general, que la solicitud, y, con ella, el contenido del curso (sobre todo si se va a impartir a distancia), se presente con dos meses de antelación a la celebración del mismo, la demora hasta 6 meses y más en resolver el proceso hace que muchos cursos deban realizarse y completarse sin poder informar de los créditos que dicha actividad  haya podido obtener. Sin embargo, incluso sin contar con esta demora, el requisito de los dos meses de anticipación impide poder aprovechar el impacto mediático y profesional que algunos contenidos pueden alcanzar en el momento en que se hacen públicos, como la aparición de guías clínicas o de ensayos clínicos de gran impacto potencial en la práctica asistencial. En ambos casos se trata de contenidos de gran interés para los profesionales y para los sistemas sanitarios, puesto que se desarrollan o alcanzan gran impacto precisamente por responder a déficits percibidos de la asistencia, pretender mejorar la calidad de la asistencia o cuestionar o reforzar prácticas controvertidas. Teniendo en cuenta que una de las mayores dificultades de la formación continuada es lograr mejoras concretas y reales en la calidad de la asistencia, un sistema de acreditación ágil que permitiera poder desarrollar una actividad formativa y realizarla en un plazo de una o dos semanas conseguiría, a buen seguro, incrementar el impacto formativo de dicho acontecimiento y reconocer de forma más eficaz el esfuerzo de todos aquellos profesionales que dedicasen una parte de su tiempo a leer y comprender el contenido de dicho material. Reconocer lo que en muchos casos es autoformación no acreditada es una de las preocupaciones que, como entidad asociativa profesional de carácter sindical, destacan en el compromiso de CESM con la formación de los médicos.

Para lograr, en las acciones formativas, mayores niveles de eficacia y participación, se insiste con frecuencia en la necesidad de adaptar las acciones formativas a las peculiaridades de los destinatarios y a las necesidades formativas que ellos mismos detectan a partir de su práctica diaria (una especie de aprendizaje “sobre la marcha”, en respuesta a situaciones concretas detectadas en la consulta), lo que exige una mayor flexibilidad en su diseño y ejecución. La utilización de diferentes canales comunicativos contribuye indudablemente a ello, así como su fraccionamiento (debidamente acreditado y reconocido) en unidades pequeñas, pero es difícil que la oferta formativa existente pueda responder a todas y cada una de las necesidades de los profesionales, que en muchas ocasiones no llegan a cubrir o lo hacen, muy frecuentemente, de motu propio, perdiendo la posibilidad de que ese esfuerzo cotidiano pueda ser reconocido. Eso sí, el mismo esfuerzo que después se les exige desde los diferentes procesos de selección, validación, certificación…, sin que éstos ofrezcan ningún mecanismo para ese reconocimiento.

Se hace necesario, por tanto, un avance significativo en el proceso de acreditación de la formación continuada. Un paso que permita una acreditación más agil, más rápida y más flexible, que se adapte a las exigencias de la formación de adultos y que permita a las entidades formadoras dar respuesta adecuada a las necesidades de formación de los profesionales. Y para ello existen diferentes alternativas:

  1. Pasar de la acreditación de actividades formativas una a una (lo que genera una larga lista de espera) a la acreditación de entidades de formación, sometidas a mecanismos de supervisión suficientemente sólidos, que serían capaces de desarrollar ágilmente actividades formativas y, a la vez, asignar los créditos equivalentes, a partir de una guía concreta y definida con poco margen para la interpretación. Este tipo de guías, además, permitiría asegurar la presencia de determinados elementos en cada actividad formativa, lo que seguramente contribuiría a la mejora de la calidad y de la eficacia de la formación impartida. La necesidad de supervisores se reduciría, y se centraría en asegurar el cumplimiento de los requisitos exigidos para mantener la acreditación como entidad de formación. El tiempo necesario para la acreditación se reduciría a la mínima expresión, y dependería de la propia entidad formativa. Y, por si alguien se escandaliza, diré que es el método de acreditación de la formación continuada en los EEUU.
  2. Diseñar esquemas de acreditación que permitan el reconocimiento de itinerarios personales de formación, basados en portafolio o en otro soporte documental fiable, que permitan el reconocimiento del esfuerzo personal que muchos profesionales realizan para mantenerse al día en determinadas áreas de conocimiento, o para responder preguntas concretas que surgen en la actividad diaria y que difícilmente van a encontrar cauce en la formación reglada, por lo que van ligadas inexcusablemente a la autoformación. Tampoco hay que extrañarse de esta propuesta, pues está igualmente incluida en el sistema de acreditación norteamericano, mediante los créditos tipo 2 de la Asociación Médica Americana. Y también se reconoce en el sistema de acreditación profesional británico.
  3. Lo mismo podría decirse de esquemas de reconocimiento de actividades de aprendizaje colaborativo que pueden producirse dentro de determinados grupos profesionales, incluyendo pero yendo más allá de las (algunas ya reconocidas) sesiones clínicas.
  4. Incluir, en la oferta formativa convencional, la posibilidad de itinerarios formativos múltiples que permitan a cada profesional seleccionar la ruta más adecuada a sus necesidades. Para esto no hace falta ningún cambio en el sistema de acreditación, sino simplemente diseñar y reconocer adecuadamente actividades formativas que incluyan esta posibilidad.

A buen seguro que pueden añadirse otras muchas propuestas desde los distintos expertos en este campo. Y eso sin apuntar a otros temas también necesarios, como pueden ser la existencia de una base de datos pública de cursos acreditados, o de un registro seguro, adecuado y accesible de los certificados acreditativos. Pero lo importante es iniciar este debate y llevarlo a buen puerto. Porque si queremos exigir a nuestros profesionales una formación médica de calidad, primero debemos hacerla posible y fácilmente accesible (incluso en horarios, también como parte de la jornada de trabajo). Y, desde luego, reconocerla adecuadamente.

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