Estimado Director,
El coronavirus resultó ser un enemigo invisible, capaz de cruzar fronteras y viajar de un continente a otro. En un intento por desenmascarar, o más bien rastrear, el paso de este adversario, comenzamos a destacar las cifras de pacientes infectados, hospitalizaciones y/o muertes, utilizándolas para compararlas con las presentadas por otros países europeos. Esta comparación se ha utilizado, también con fines políticos, para apoyar las difíciles decisiones de cierre, pero debemos empezar a reflexionar sobre el valor de los datos presentados, ahora que estamos presenciando una reanudación parcial de las actividades y una disminución de los contagios.
La información que aquí se presenta fue proporcionada por delegados de los diferentes países europeos que participan en la FEMS, durante la Asamblea General celebrada (vía web) el viernes 8 de mayo.
El hecho desconcertante, puesto de relieve durante la reunión, es que, ante problemas comunes (al menos en la fase inicial) -como la falta de sistemas adecuados de protección individual, el bajo porcentaje de pruebas realizadas, las deficiencias crónicas y estructurales de los distintos sistemas de salud– los datos estadísticos relativos a los efectos de Sars-Cov 2 no son superponibles, y las diferencias de morbilidad y mortalidad entre los distintos países no pueden justificarse únicamente por la demografía o la precocidad de las medidas de cuarentena adoptadas.
En Francia, el Gobierno ha declarado (datos actualizados al 7 de mayo de 2020) unos 26.000 pacientes que murieron por el Covid-19 (de 138.000 pacientes infectados), en hospitales públicos y privados, pero el Ministerio de Salud no contabilizó unos 9.000 pacientes, que murieron de forma «sospechosa», residentes en instalaciones comparables a nuestras RSA.
Por otra parte, en Francia sólo hay 9 médicos muertos, 6 de los cuales son de hospitales (mientras que en Italia hay 155), aunque este número es ciertamente sospechoso porque más allá de los Alpes, el recuento sólo incluye las muertes del personal sanitario que trabaja activamente en instalaciones dedicadas al tratamiento de pacientes covid. Para los demás profesionales, se ha supuesto que el contagio se produjo en otras ocasiones, ¡quizás incluso tomando los medios de transporte para ir a trabajar! Se trata de una evaluación cuestionable e injusta, teniendo en cuenta que, especialmente en la fase inicial, todo paciente que llegue a los hospitales debe considerarse potencialmente infectado y que, dadas las medidas de cuarentena, el personal sanitario sólo puede haber contraído el virus en el lugar de trabajo, hasta que se demuestre lo contrario.
En Austria se realizaron 256.000 hisopos (en Italia, 2.500.000) con un número detectado de 15.388 positivos (en Italia, 217.000). Incluso si se tuvieran en cuenta las proporciones entre los dos países y las diferentes cifras de población, los datos mostrarían que los austríacos son más resistentes a la infección. Pero las dudas son numerosas: ¿cuántos hisopos realizan nuestros colegas austríacos en pacientes sospechosos? ¿Se detienen en el primer hisopo negativo o repiten el segundo, como en Italia, en caso de sintomatología? Y dada la escasa sensibilidad del hisopo nasofaríngeo, ¿tiene sentido seguir comparando el número de pruebas realizadas para tener una idea del seguimiento y la monitorización de la enfermedad? Además, Austria reporta sólo 584 muertes de Covid-19 pero no todos los länder han reportado cifras de muertes, por lo que la cifra está en cuenta regresiva.
Los Países Bajos informan de unos 39.000 casos de pacientes con Covid, un total de 11.000 hospitalizaciones y un número de muertes de 4.711. En una lectura superficial pueden parecer números bajos, en línea con el alto nivel del mejor sistema de salud europeo, pero si se juega un poco con estos números, se puede ver que el 12,2% de los pacientes confirmados positivos fallecieron y más del 40% de los pacientes ingresados en el hospital murieron.
Para refutar lo anterior, sería necesario saber qué criterios se han utilizado para considerar a un paciente positivo para Covid y cuál es la gestión territorial de estos pacientes, o el momento en que son admitidos en el hospital, temprano o tarde, con respecto a la aparición de la enfermedad.
España tiene un resultado dramático a la par de Italia, si no más severo. El número total de casos es de 221.447 y de ellos 42.000 pertenecen a la categoría de profesionales de la salud. Este valor representa el 20% de los infectados, un número muy alto, incluso mayor que en Italia, donde el personal sanitario infectado es alrededor del 12% de la población con reacción positiva al Covid-19. Hay que preguntarse, sin embargo, si este alto porcentaje en España se debe a la falta de EPI o al hecho de que en este país se han realizado más pruebas en las categorías de riesgo que muestran un mayor contagio entre los médicos y enfermeras. La razón de esta segunda hipótesis es el hecho de que «sólo» 41 médicos murieron durante esta epidemia en España.
La misma consideración se puede hacer para Portugal que, aunque fue el último país afectado por la ola epidémica y pudo aplicar con antelación medidas de cuarentena (en comparación con lo que ocurrió en los demás países), tiene alrededor de 3.500 trabajadores sanitarios infectados (de los cuales 400 médicos, 1 sólo fallecido) de los 26.182 casos confirmados (13%).
Frente a los números y porcentajes tan alejados entre sí, es necesario cuestionar qué información dicen o no dicen estos números.
¿Por qué Italia ha notificado un alto número de personas infectadas y fallecidas? ¿Se debe a la extensa y explosiva circulación del virus, dadas las estrechas relaciones comerciales con China, el clima, la densidad de población, la elevada media de edad, la contaminación, los hábitos sociales, las características del inminente colapso de nuestro SNS? ¿Y en qué medida los insuficientes niveles de protección indicados por los protocolos de la OMS nunca cuestionados por el SSI y las Regiones, que prefirieron ignorar su característica de indicaciones mínimas y no máximas, pesaron sobre la infecciosidad y la tasa de mortalidad de su personal sanitario?
Para responder a esta pregunta será necesario, a la espera de un estudio serológico que permita rastrear este enemigo invisible, identificar los denominadores comunes con otros países europeos, como, por ejemplo, la diferencia con la mortalidad media de los últimos 2 a 5 años para identificar la mortalidad relacionada con los COVID. Y adoptar criterios iguales para la clasificación de las causas de muerte.
Este virus nos ha mostrado la importancia de una Europa conectada y unida también para la Sanidad, para intercambiar información, investigación, medios de comunicación, logística, personal. Y de información oportuna y honesta que podría haber evitado a otros países las dramáticas consecuencias que han afectado al nuestro.
Los idiomas utilizados para hablar de la pandemia hoy en día demuestran la ausencia de raíces comunes. Ante una Europa que tartamudea en dar una
respuesta cohesiva, por lo tanto, tenemos que ser cautelosos al comparar los datos estadísticos de los distintos países, para no arriesgarnos a que la lectura de un virus que, con gran dificultad, sólo ahora estamos empezando a conocer, sea aún más confusa.
Los problemas han resultado ser comunes, pero las soluciones adoptadas son diferentes y distantes, en ausencia de intercambio y agregación de datos. En un futuro próximo, el consenso sobre los protocolos clínicos y los procedimientos de reglamentación será decisivo para que las vacunas y los medicamentos antivirales pasen rápidamente por los procesos de adopción de decisiones.
Alessandra Spedicato
Jefa de la delegación italiana Anaao en FEMS