“Compromiso profesional y contrato social, en época de COVID»

Miguel Ángel García

Estudios Profesionales de CESM

Es necesario encontrar entre todos la forma de reconocer adecuadamente el papel y el esfuerzo diario de los profesionales

Opinión de Miguel Ángel García.

La ética es algo que se descubre, construye y profundiza de manera colectiva, desde el esfuerzo de muchos (o de todos). Nadie puede pretender encerrar en sí mismo todo el conocimiento y las perspectivas de la ética. Por eso es muy importante estar atento a las aportaciones de los diferentes autores y grupos de trabajo. Y eso es lo que quiero hacer en estas líneas.

En concreto, me gustaría llamar la atención sobre un texto breve, certero y muy conciso, publicado por la Revista Clínica Española hace tan sólo unas semanas, que creo plantea de forma muy precisa y clara el conflicto que existe entre el compromiso profesional de los médicos y la respuesta que la sociedad da a ese compromiso. Y ese conflicto puede muy bien ser lo que está en la base de la actual crisis del profesionalismo médico: no en el sentido de que hoy esté en crisis el compromiso profesional de los médicos, sino de que estos estén viviendo con cierto nivel de frustración la forma en que la sociedad, y la sanidad en concreto, están tratando de salir adelante después de la pandemia COVID, sin dar la suficiente importancia a lo que el colectivo sanitario ha vivido durante lo más duro de la pandemia, y a lo que esto aún sigue pesando sobre sus vidas. Y llueve sobre mojado, porque la necesidad de repensar el “contrato social” de la Medicina con la sociedad ya venía detectada desde mucho antes que la pandemia hiciera acto de presencia.

El texto (presentado en formato de carta al director) se titula “Pandemia COVID-19, profesionalismo y contrato social”, y lo firman Montserrat Esquerda y Josep Terés, de la Comisión de Deontología del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona. Ya he elogiado brevemente el texto en otro lugar, y además de invitar a su provechosa lectura a todos los médicos, quisiera contribuir desde aquí a la difusión del análisis de la situación que realiza, por su utilidad para nuestra profesión.

El texto comienza poniendo de relieve la necesidad de renovar el contrato social de la profesión médica, dado que el tradicional se basaba en el reconocimiento de un estatus social que hoy no se otorga a los profesionales, a pesar de que las exigencias y expectativas se han multiplicado: no sólo en el ámbito técnico, sino también en el relacional y humano. Y en un marco de ejercicio que reduce la autonomía profesional y el respeto y garantía de los derechos laborales y salariales de los médicos. Todo ello estaría conduciendo a una situación de “decepción” con respecto a la forma de ejercicio profesional actual de la Medicina.

Y esto, que ya era cierto mucho antes de COVID, se ha intensificado con el impacto de la pandemia, impacto que, según los autores, está teniendo “un elevado coste en los profesionales sanitarios, desde el punto de vista físico, psicológico y ético”. No sólo nos encontramos con profesionales profundamente cansados a nivel físico y emocional, y en cierta manera frustrados por la respuesta social ante la pandemia, sino que además estaríamos ante una situación de profundo cuestionamiento ético y vital de su propio papel en el mundo. Se nota, se palpa, el desencuentro en algunas áreas, como por ejemplo (y esto lo apunto yo) la del desarrollo de medidas de control de la pandemia, y cómo gran parte del esfuerzo (si no la mayoría) de control de COVID en estos momentos recae sobre sus espaldas.

Queda, pues, una larga e intensa tarea por delante. En primer lugar, para permitir a los profesionales que integren todo lo vivido y superen la fase que les ha tocado (y aún les sigue tocando) vivir. Y, por otra, para que podamos encontrar entre todos la forma de reconocer adecuadamente el papel y el esfuerzo diario de los profesionales, evidente durante la pandemia COVID, pero presente y actuante en todos y cada uno de los encuentros asistenciales que ocurren a diario (y venían ocurriendo, y seguirán ocurriendo) a lo largo y ancho de la geografía humana de nuestro país. Un esfuerzo que merece un espacio de confianza y libre iniciativa para su desarrollo (autonomía profesional) y de condiciones laborales y de ejercicio profesional adecuados, y unas instituciones sanitarias con las que los profesionales puedan identificarse plenamente y que realmente pongan en el centro la dolorosa experiencia de enfermedad, desde un modelo que, centrado en el paciente, no olvide la necesaria alineación con el compromiso y las necesidades laborales y vitales de los médicos.

No se trata de un privilegio de los profesionales. Se trata de una necesidad acuciante de la sociedad.

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