«Desiertos ¿médicos?»

Miguel Ángel García

Responsable de Estudios Profesionales de CESM

A raíz del informe publicado por el CGCOM

Miguel Ángel García.

El pasado viernes 7 de julio, la vocalía de Médicos Jóvenes y Promoción del Empleo del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España (CGCOM) hacía público su estudio sobre los llamados desiertos médicos, “Áreas de difícil cobertura en España. Desiertos médicos: perspectivas de los médicos jóvenes”. Y lo hacía con una perspectiva de complejidad que es muy de valorar, dada la tendencia a los análisis simplistas que se hacen con frecuencia sobre la disponibilidad de médicos en nuestro país. Desde aquí nuestra más sincera felicitación por poner el tema sobre la mesa, nuevamente, y hacerlo con cierto rigor, aunque hace falta aún mucho camino y debate por delante para conseguir arrojar la claridad necesaria para poder dar respuesta a un problema con el que nos estamos comenzando a enfrentar.

No es, desde luego, la primera publicación que se acerca al tema, aunque sí sea la que lo hace utilizando el término “desiertos médicos”. Hace ya años que la distribución geográfica de los médicos es motivo de análisis, y ya en 2009 tuve la oportunidad de publicar, dentro del trabajo realizado por la Fundación CESM en torno a la demografía médica, un estudio sobre la distribución geográfica de los médicos en España con datos disponibles a nivel provincial y una aproximación a los posibles factores que influían en ella. El texto pretendía llamar la atención sobre una desigualdad que, si en aquél momento no estaba creando graves problemas a nivel general, ya los estaba originando de forma puntual en diferentes localizaciones de nuestro país, y en especial en Canarias. El eco conseguido fue nulo, y la ausencia de medidas encaminadas a reducir esa desigualdad ha hecho que ésta se haya mantenido y esté dando, en este momento, más motivos de preocupación de los que debería.

El caso es que ya se ha puesto de nuevo el tema sobre la mesa, primero de forma dispersa ante las diferentes dificultades que se viven a lo largo de nuestra geografía y las caciquiles soluciones que se plantean por nuestras autoridades, y ahora por un informe que puede servir de inicio a un debate más que necesario, en el que por supuesto estaremos de forma activa desde CESM. Y para comenzar, me atrevo a hacer estas reflexiones iniciales sobre el propio término utilizado para designar el problema, ‘desiertos médicos’. No porque no sea el indicado para hacerlo, pues es el término con que se conoce el problema en Europa (algunos países lo viven desde hace ya muchos años), sino por los significados que puede ocultar. De hecho, yo mismo no lo usé en 2009 porque no acababa de satisfacerme.

Si aceptamos la primera definición nominal del término “desierto” en el diccionario RAE (“Lugar despoblado o en el que no hay gente”), todavía podríamos encontrar algún tipo de adecuación al problema que se pretende conceptualizar. Al fin y al cabo, se trata de territorios donde “no hay médicos” o, mejor dicho, donde hay pocos médicos, y no son suficientes para proporcionar, con la actual organización del SNS, un acceso adecuado a la atención sanitaria por parte de la población. Efectivamente, cuando uno se imagina un desierto no suele hacerlo con personas viviendo en él (aunque sabemos que las hay). En cualquier caso, es una característica compartida con las cumbres montañosas y las extensiones oceánicas; es decir, que no nos delimita mucho el problema.

Realmente hablamos de desiertos sociales y sanitarios, hacia los que los médicos, y otros profesionales asistenciales, no se sienten atraídos

Porque a diferencia de los otros entornos, lo que sí define muy bien al desierto es la otra definición nominal que encontramos en el mismo diccionario: “Territorio arenoso o pedregoso, que por la falta casi total de lluvias carece de vegetación o la tiene muy escasa”. Efectivamente, un territorio desagradable y poco apto para la vida, prácticamente inhabitable, que acaba quedando despoblado. Por aquí sí que me parece que el término es más significativo.

Pero no es la práctica médica, “la mejor profesión del mundo” para algunos, la que es en sí inhabitable (o no lo es todavía, como luego veremos), pues sigue generando ilusión y esfuerzo por parte de muchos de sus profesionales. Lo que se está haciendo inhabitable es el ámbito sanitario para los médicos, y esto cristaliza de una manera mucho más aparente en aquellos lugares que, desde el punto de vista sociodemográfico, ya llevan siendo poco habitables, por su escasez de recursos y de población, o por la problemática social que se vive en algunos entornos. Y juntando ambas “inhabitabilidades” obtenemos la situación actual: lugares nada atractivos para los médicos porque no lo son, de hecho, para el resto de la población, y encima se encuentran con estructuras sanitarias que no son precisamente amables con ellos.

Así que realmente no hablamos de desiertos médicos, no. Hablamos de desiertos sociales y sanitarios, hacia los que los médicos, y otros profesionales asistenciales, no se sienten atraídos. No es, pues, un problema de la medicina, sino más bien del conjunto de la sociedad. Y esto es lo que creo que no queda bien reflejado en el término “desiertos médicos”.

Porque si el problema fuera médico, se entendería entonces que las soluciones tuvieran que ver con los propios médicos, como torpemente surge de algunas de las propuestas de las Administraciones Públicas (atentando, por cierto, contra la libertad de movimiento y ejercicio de los profesionales). Pero si el problema es social y sanitario, será por aquí por donde haya que atajarlo adecuadamente.

El informe sobre los desiertos médicos del que partíamos en este artículo incluye una buena serie de factores determinantes del vaciamiento de médicos de algunas zonas, incluyendo algunos de los procedentes del ámbito sanitario, y lógicamente reúne una buena batería de posibles medidas a desarrollar desde ese ámbito. Curiosamente, ya se hace alusión a que muchas de ellas no han demostrado eficacia en los pocos estudios realizados. Y esto puede que se deba a que, o se enfrenta seriamente la desertificación social de muchos de nuestros entornos (y no sólo rurales, porque incluso en la ciudad de Madrid y su entorno hay centros de Atención Primaria con bastantes plazas no cubiertas, y algunos hospitales periféricos de la Comunidad de Madrid también sufren ese déficit, como también ocurre, por otro lado, en ciudades costeras con una elevada afluencia de turistas), o no habrá medidas que hagan posible la solución del problema, salvo que se condene a trabajos forzados a algunos profesionales (médicos, pero… ¿por qué no también abogados, economistas o, incluso, políticos?).

La conclusión es clara: tómense las medidas necesarias desde el punto de vista de la institución sanitaria para hacer más habitables los “desiertos”, y hay una buena batería de medidas posibles que recoge el informe y en cuyo análisis estamos dispuestos a colaborar); pero hágase una política real de “recuperación” y desarrollo de los desiertos sociodemográficos que no se limite a multiplicar los titulares de la “España vaciada”, pues sin ello la desertización (a todos los niveles) será irreversible.

youtubeinstagram
Facebooktwitterlinkedinmail