Estamos asistiendo a la mayor emergencia sanitaria de nuestro tiempo. Profesionales sanitarios y población general nos levantamos a diario y nos frotamos los ojos con incredulidad ante situaciones que, meses o años atrás, eran impensables. ¡Estamos viviendo una pandemia en directo!
Los sanitarios somos un colectivo disciplinado, con vocación de servicio a nuestros pacientes y a la sociedad. En definitiva, nos gusta nuestro trabajo. Cada día, hemos ido a trabajar a nuestros centros de salud, hospitales, servicios de Urgencias, etc. con el miedo constante a poder contagiarnos y a poner en riesgo a nuestras familias, pero allí estábamos.
A veces nos hemos quedado a dormir fuera de casa para no infectar a nuestros seres más queridos, quedándonos solos y privándonos de verlos.
Por desgracia, nos hemos encontrado con una realidad que no nos podíamos imaginar: no teníamos protección frente al virus y hemos luchado contra el enemigo invisible con una simple mascarilla quirúrgica, o incluso con nada.
Las primeras semanas de la crisis fueron especialmente duras. Meses antes de que la COVID19 fuese declarada pandemia, los médicos ya habíamos trasladado nuestra preocupación por lo que estábamos viendo que ocurría en otros países y habíamos denunciado que no contábamos con las herramientas suficientes para hacer frente a la crisis que se avecinaba. Las organizaciones profesionales que representamos a los médicos también habíamos advertido de que teníamos que hacer aprovisionamiento de equipos de protección y material para que los profesionales pudiesen hacer frente a lo que era una amenaza inminente y de magnitud desconocida.
El 10 de marzo nos indicaban que las mascarillas eran innecesarias, que solo las tenían que usar los enfermos contagiados. También nos comunicaban que los enfermos asintomáticos no contagiaban. Por aquel entonces ya había muchos estudios que desmentían esas afirmaciones que, finalmente, resultaron ser tan dañinas para todos, sanitarios y ciudadanos.
Durante esas semanas hubo muchos sanitarios afectados por la enfermedad. El miedo cundía entre la profesión. Veíamos cómo los servicios se quedaban vacíos por contagios masivos del personal, se aislaban a los contactos y se enviaba a casa a los profesionales que caían enfermos. Trabajábamos a ciegas sin saber si éramos positivos o no. No había test PCR para todos: o se les hacía a los enfermos o se les hacía a los sanitarios. Una vez más, la mala previsión de los gobiernos jugaba con nuestra salud. Las cosas no se estaban haciendo bien.
A la vista de la escasez de material, gracias a las presiones ejercidas por los propios profesionales y tras las noticias que reflejaban esta realidad en los medios de comunicación, empezaron a llegar mascarillas caseras, batas, gafas de buceo, pantallas faciales, gorros, etc. a los centros de salud y hospitales. La sociedad empezó a mostrar su cara más solidaria con sus donaciones. Nosotros nos emocionábamos con cada entrega que se recibía y también sentíamos su apoyo con cada aplauso de las 20.00 horas.
Las semanas transcurrieron entre el miedo al contagio, la desprotección y la sensación de abandono por parte de nuestros dirigentes. Empezamos a confeccionarnos Equipos de Protección Individual con bolsas de basura, con sacos de abonos… con lo que teníamos a mano para no caer enfermos. Esas imágenes dieron la vuelta al mundo y mostraron la cruda situación que vivíamos los profesionales.
Poco a poco empezó a llegarnos material… pero sin orden. O faltaban monos, o faltaban delantales, o faltaban gafas… Nadie verificaba la calidad de los equipos, hasta el punto de tener que retirar una partida de mascarillas defectuosas con las que habíamos trabajado 15 días antes.
El miedo estaba siempre presente y, tras la retirada de las mascarillas que no cumplían con las normas técnicas, teníamos que someternos a otra PCR por si nos habíamos contagiado… Los compañeros comentaban: “A ver si tengo suerte y me la hacen ahora”.
Después de este nuevo sobresalto ya casi superado, llegaron a los centros sanitarios los test rápidos “masivos” que discriminan IgM e IgG. Los comentarios reflejaban la impotencia y la resignación: “Bueno, ya nos podremos hacer el test de inmunoglobulinas que tanto anhelamos y podremos saber si estamos contagiados o hemos pasado la enfermedad y estamos inmunizados”.
Una vez más, esos test fueron retirados porque determinaban muchos falsos positivos. Otra vez la incertidumbre y la sensación de que somos conejillos de indias y de que estamos en manos de políticos, digamos, poco recomendables.
Los test disponibles en los centros de Atención Primaria son de inmunoglobulinas totales, es decir, te ofrecen información escasa de tus defensas, ya que no distinguen el tipo que miden y, además, casi todos salen negativos, incluso a las personan que han padecido la enfermedad.
¿Qué será lo siguiente? Pues a los sanitarios que abandonaron España para encontrar mejores condiciones laborales, mayor reconocimiento y mejores sueldos, y que al empezar la pandemia lo dejaron todo para regresar a España y combatir el virus, ahora les dicen que no les renuevan su contrato laboral. Eso sí, con una palmada en la espalda para agradecerle el trabajo realizado.
Increíble pero cierto que sea así cómo nos tratan los gobiernos, cómo pisotean nuestros derechos y lo poco que nos respetan.
¿Qué va a pasar con todas las listas de espera de enfermos que no se han podido operar, con esos enfermos que necesitan urgentemente pruebas diagnósticas y no se han podido hacer, con esos ajustes de tratamientos, con tantas y tantas consultas retrasadas sine die? Para la Sanidad cada vez hay menos presupuesto, pero para aumentar Ministerios y Consejerías, para contentar a todos los políticos y buscar apoyos para aprobar las medidas que cada gobierno desea… para eso siempre queda dinero disponible.
Quiero hacer mención especial a los Servicios de Urgencia, tanto Hospitalarios como Extrahospitalarios. En esta crisis, ellos han sido los primeros en recibir a enfermos COVID sin ningún tipo de protección. Son el colchón del sistema sanitario y han estado sirviendo de filtro de otros servicios, siempre al pie del cañón. Sin embargo, vuelven a ser los grandes olvidados y tanto es así que en el documento publicado en el BOE sobre el plan de desescalada no se les cita como servicios necesarios y esenciales. Señores de todos los gobiernos, hay que potenciar las Urgencias, reforzar sus plantillas y respetar a los profesionales que trabajan en ellos. La labor que hacen es una de las primordiales en el sistema sanitario.
Actualmente, tenemos más de 40.000 sanitarios infectados en toda España y la cifra continúa aumentando, sin conocer las secuelas que esta enfermedad nos dejará a largo plazo. Es lamentable que las autoridades sanitarias todavía se atrevan a argumentar que los sanitarios nos hemos contagiado fuera de nuestros ámbitos de trabajo.
Quiero trasladar mi más sentido pésame a las familias de los compañeros que han fallecido a causa de esta pandemia. Va para ellos ese minuto de silencio de todos los días antes de los aplausos de las 20 horas. Espero que reciban el homenaje de la sociedad entera porque así lo merecen.
Doy las gracias a esos compañeros que han estado en primera línea de batalla y que han sido los verdaderos protagonistas: en SUAP y UME, Atención Primaria, Urgencias Hospitalarias, Plantas de Hospitalización, Radiología, Laboratorio, REA y UCI. No quiero olvidarme de los compañeros de enfermería, auxiliares, celadores, administrativos, limpiadoras, guardias de seguridad, etc… Todos habéis sido imprescindibles para atajar esta crisis del coronavirus.
También doy las gracias a la solidaridad de la población que ha estado a la altura de las circunstancias, sobre todo por haber seguido el duro confinamiento durante más de 40 días y por habernos mostrado ese cariño que tanto necesitábamos en estas semanas tan difíciles.
Soledad Guillén Mayordomo
Médica de Urgencias Hospitalarias
Delegada del Sindicato Médico de la Región de Murcia CESM
Presidenta de la Junta Comarcal de Caravaca del Colegio de Médicos