«La hora de guardia debe retribuirse, como mínimo, igual que la hora ordinaria»

Miguel Lázaro

Presidente de CESM

En pleno periodo estival, de especial sobrecarga por guardias

Miguel Lázaro, presidente de CESM.

En un momento como el actual, en el que el número de guardias médicas es excesivo -como así estamos visibilizando a través del hashtag #GuardiasMédicasVerano en redes sociales-, consideramos necesario explicar, una vez más, por qué la retribución mínima de la hora de guardia debe ser, como mínimo, igual al precio de la hora ordinaria.

En primer lugar, la naturaleza jurídica de la guardia es de trabajo extraordinario, no voluntario. Las guardias médicas no son un «plus opcional, sino una obligación impuesta por la organización sanitaria y suponen un exceso de jornada ordinaria, con una duración -como mínimo- de 17 horas/semanas adicionales, alcanzando las 48/semana actualmente. La ley permite este exceso bajo la condición de que no sustituya al trabajo ordinario y de que se respete el descanso, pero la Administración impone su realización por «necesidades del servicio», sin margen de negociación real. Por tanto, son horas trabajadas bajo disponibilidad forzosa y subordinación plena.

Además, no hay compensaciones por penosidad o condiciones agravadas, ya que el médico, a diferencia de otros colectivos, no cobra turnicidad, nocturnidad o festividad -aunque las guardias impliquen estos factores- y no tiene reducción de jornada anual por penosidad (la jornada ordinaria sigue siendo de 1.519 horas al año. Las guardias se realizan habitualmente en noches, festivos y fines de semana, sin que ello incremente el valor de la hora, de manera que mientras otros profesionales perciben complementos dentro de la jornada ordinaria por condiciones penosas, el médico, que las tiene, no los percibe ni dentro ni fuera de jornada.

Otro factor importante es que la retribución actual está por debajo del umbral de equidad. En muchas comunidades autónomas la hora de guardia se paga a entre 10 y 17 euros, muy por debajo de la hora ordinaria, que puede superar los 30 euros netos. Esto supone una desvalorización estructural del trabajo médico fuera de jornada, en un contexto donde el riesgo, la responsabilidad y la carga física se incrementan. Por tanto, retribuir por debajo de la hora ordinaria un trabajo que exige mayor sacrificio físico, mental y personal es una anomalía ética y jurídica.

Existe también otro apartado que conviene aclarar, como son las críticas sindicales que se producen ante los intentos de cambio de este modelo y que hacen dudar de si se trata de justicia o de intereses cruzados. En este sentido, algunas organizaciones han manifestado que este cambio retributivo «beneficia sólo a los médicos», pero conviene aclarar que no se trata de un privilegio, sino de una equiparación lógica y mínima, y que aun así, no cubre la penosidad, la disponibilidad permanente ni el impacto vital de las guardias. Quizás habría que preguntarse si el verdadero motivo de oposición no sería otro, ya que al revalorizar las guardias se reduce el margen económico disponible para otras demandas sindicales, por lo que el argumento contra la retribución médica y facultativa suele camuflar un conflicto por el reparto presupuestario más que una crítica real a su legitimidad.

Todo lo anterior conduce a una conclusión cargada de lógica; la retribución mínima de la guardia igual a la jornada ordinaria es, como mínimo, justicia estructural. No es una mejora, sino una corrección mínima y justa, y no implica privilegio, sino respeto a la proporcionalidad y al esfuerzo profesional. Por lo tanto, quien lo critique, debería explicar por qué considera que un médico y facultativo debe cobrar menos por trabajar más.

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