“Medicina postCOVID. Año 2030”

María José Campillo

Secretaria de Finanzas y Servicios de CESM

No queremos este futuro para nuestro país ni para nuestra profesión

María José Campillo
La opinión de María José Campillo.

Octubre de 2030, España.

Han pasado algunos años desde que acabó la pandemia de #covid2019, que tantos quebraderos de cabeza nos produjo y que tantas vidas costó. La pandemia había durado varios años, años en los que se introdujeron muchos cambios que vinieron a quedarse; unos buenos, otros malos, otros muy malos… Una de las cosas buenas que nos dejó la pandemia fue el gran desarrollo de la tecnología; nos acostumbramos a no tener que desplazarnos para tener una reunión o un congreso. Aunque siguen existiendo de forma presencial, hoy por hoy conviven con las online, lo que ahorra tiempo y dinero.

También introdujo las teleconsultas, que aunque por orden de la Administración durante la pandemia sustituyeron a las citas presenciales para frustración de pacientes y médicos, al final se encontró el equilibrio y se continuó con las consultas de pacientes presenciales, pero dando la opción de la consulta telefónica para aquellos que la solicitaran para determinados trámites o preguntas que no precisaban de un reconocimiento físico.

Pero como he dicho hubo cambios que se impusieron que degradaron el sistema sanitario. En el año 2020, año de la #COVID19 como se le conoce, la situación de la Medicina y de la Sanidad española eran críticas. Años de políticas de recortes y de gestión de los recursos humanos nefastas en Sanidad habían vaciado las bolsas de médicos de España, con una fuga constante a países que ofrecían un reconocimiento y unas condiciones laborales que los médicos españoles no se atrevían a soñar. Antes de la pandemia la situación de niveles asistenciales como Primaria ya eran de colapso de forma endémica y continuada, y el SARS-COV2 que puso al descubierto las miserias de este país -o como vulgarmente se dice las vergüenzas-, empeoró aún más la situación. El Gobierno con su comité de expertos, que jamás llegamos a conocer, decidió entonces dar carta blanca a las Comunidades Autónomas para el «todo vale porque yo lo digo»: contrataciones de médicos sin especialidad para ejercer cualquier especialidad, homologaciones exprés de títulos extracomunitarios, médicos obligados a ejercer cualquier especialidad que no fuera la suya…

Y aquello fue el principio del fin de la sanidad española que habíamos conocido. Las Administraciones pronto descubrieron encantadas que los médicos recién egresados, a bajo coste, eran lo que siempre habían querido y necesitado; se les podía obligar a trabajar con bajos salarios, donde hiciera falta, y la inversión en la Sanidad Pública siguió descendiendo y descendiendo, y descendiendo… Estos médicos además no podían emigrar por carecer de la especialidad, como exigían las leyes europeas, así que eran la solución perfecta. Las homologaciones exprés no les dieron tanto resultado, ya que la mayoría una vez con el título reconocido en un país europeo optaban por buscar su futuro fuera del país. El examen MIR dejó de tener interés, tristemente era más sencillo tener trabajo para un médico si no tenía especialidad que si la tenía, por la diferencia de salarios. Para empeorar aún más la situación, se inventaron un periodo de trabajo obligatorio en la comunidad autónoma de dos años al acabar la residencia, que los médicos apodaron como galeras, dos años en condiciones retributivas similares a los residentes pero con la responsabilidad del adjunto.

Todo eso provocó que los pocos valientes que aún elegían hacer una especialidad, al acabar las galeras decidieran emigrar a otros países o bien optaban por la Sanidad Privada Española que aún los valoraba.

La medicina española retrocedió en pocos años lo que le había costado décadas conseguir. Se hizo generalista, todos sabíamos de todo y nadie sabía de nada, las enfermedades más comunes la mayoría de los médicos terminó por aprender a tratarlas, con mayor o peor fortuna, pero si la enfermedad era más compleja no había nadie que supiera tratarla. Así que la mortalidad en los menos favorecidos se disparó y la esperanza de vida empezó a descender, año tras año. Los más pudientes, entre ellos la casta política. se refugiaron en la Sanidad Privada donde aún resistían los últimos médicos especialistas del país.

Pronto la economía se resintió y se hundió, porque al igual que los fallecimientos, se dispararon las incapacidades permanentes y las incapacidades transitorias se alargaban y se alargaban en pacientes asustados por el curso de enfermedades que nadie sabía atajar.

En el año 2030 la Asociación de Médicos Españoles Autoexiliados intenta negociar con el Gobierno volver al sistema de formación especializada, más conocido como MIR, y a una regulación de la profesión que exija la especialidad para el ejercicio de la misma en España, como ocurría en 2019, además de unas condiciones laborales dignas, sin que haya muchos avances en la negociación por parte del Gobierno.

Esta visión que parece postapocalíptica tiene su origen en el RD29/2020, aprobado en el año de la pandemia, año en que los políticos demostraron que habían olvidado que estaban al servicio de la ciudadanía y no el país al servicio de los políticos. Año en que se aprobó el decreto de la infamia por un Gobierno que se autodenominaba de progreso, con la connivencia de las Comunidades Autónomas, porque el que calla otorga, dirigidas por gobiernos de conservadores, liberales, progresistas… pero que no olvide ninguno de ellos que antes o después tendrán que responder de todas sus acciones y omisiones, no sólo en las urnas, sino que los enemigos más implacables son el tiempo y la historia.

El día 27 de octubre los médicos hemos decidido dar un puñetazo en la mesa y decir ¡basta ya! porque no queremos este futuro para nuestro país ni para nuestra profesión. No queremos que descienda la esperanza de vida, ni que los médicos especialistas se conviertan en una especie en vías de extinción. No queremos que los cuidados que reciben nuestros pacientes dependan de su capacidad monetaria. No queremos que la sanidad pública española sea degradada hasta estos extremos, está en las manos de nuestros políticos evitar que pase, pero también en las nuestras y en las de todos los españoles.

DIGAMOS TODOS ¡¡BASTA YA !!

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